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36 años de coincidencias.

El día de ayer mientras estaba viendo contenido de todo tipo en YouTube me aparecieron una serie de videos de los debates presidenciales del año 1986, en estos aparecen Luis Carlos Galán Sarmiento y Álvaro Gómez Hurtado. Dos personajes que definitivamente fueron cruciales para la historia política de Colombia; no solamente por su elocuencia, preparación, amor por su patria y sus gentes, sino también por la tragedia en la que fueron envueltos por la violencia narcotraficante y terrorista que terminó cegando sus vidas. Guardando las proporciones y los contextos, los temas que se trataron en esos debates televisados son parecidos a los que se han discutido a lo largo de la actual campaña presidencial del 2022: la generación de empleo, la lucha contra el terrorismo y la inseguridad, cómo sacar a la gente de la pobreza, el problema de la tierra y el agro, la generación de infraestructura, cómo acabar con la corrupción, cómo construir un Estado efectivo que llegue a todos los rincones del territorio nacional, la paz, el precio de la gasolina, los impuestos, etc.

Como mencioné anteriormente, Galán y Gómez tenían una preparación admirable. Desde sus pensamientos ambos dieron respuesta a las preguntas acertadamente y guardadon respeto hacia sus contrincantes e interlocutores. Ambos tenían talante de estadistas. Ambos conocían los problemas que aquejaban al pueblo colombiano. Y, sin ánimo de endiosar porque ningún humano es perfecto y tampoco se puede predecir el futuro, me atrevería a decir que Álvaro Gómez Hurtado o Luis Carlos Galán Sarmiento hubieran sido unos buenos presidentes para Colombia. Haciendo una comparación con la campaña del 2022 se pueden encontrar muchas similitudes, pero también muchas diferencias. Especialmente en lo que se refiere al carácter y a la preparación de los candidatos que pasaron a la segunda vuelta.

Alrededor del mundo la democracia está viviendo una crisis de representatividad y de credibilidad en la que los odios políticos calan hasta tal punto de traspasar las fronteras del respeto y la seriedad, Colombia no es una excepción de ello. Personas que posan de impolutos políticos con la ya muy conocida superioridad moral, como defensores de la paz, de la anticorrupción, de la democracia y del pueblo colombiano; pero, al mismo tiempo, tienen estas actitudes reprochables. Actitudes como la de regar como espuma el rumor de que el secuestro y posterior desaparición de la hija de Rodolfo Hernández era una estrategia para generar adeptos que se tradujeran en votos, la de despreciar la labor de las periodistas y de las mujeres en general al insinuar que no pueden conquistar ningún logro profesional o personal a menos de que se casen o se acuesten con el jefe. En el periodismo colombiano y a nivel mundial hay mujeres que han llegado a cargos importantes por sus méritos. Como ejemplo de ello están las admirables periodistas que fueron entrevistadas hoy por Vicky Dávila. También están María Elvira Samper, María Teresa Ronderos y muchas otras comunicadoras que hacen una labor seria, crítica y minuciosa desde la prensa y la investigación. A esta receta hace falta agregarle un elemento muy importante: las redes sociales. Lugar donde los odios políticos se muestran sin filtros. Muchos caen, me incluyo, en una avalancha de ofensas por demostrar quien tiene la razón y quien está del lado correcto de la historia. Perdemos  amistades y cercanías por cumplir con estos objetivos. Nos enfrascamos en una discusión que tiene como meta demostrar que somos más inteligentes, que no somos hipócritas y que tenemos más pensamiemto crítico que la contra parte. 

Devolvámonos a esa campaña de 1986, el país estaba literalmente incendidado por la violencia terrorista ejercida por los cárteles de la droga, las guerrillas y los paramilitares. La pobreza, el hambre, el desempleo, el analfabetismo y la inseguridad estaban en máximos históricos. La diferencia está en que los candidatos de aquella época discutieron esos temas de manera argumentada y con altura democrática. Hoy, en Colombia, un tribunal obliga a los aspirantes a la Casa de Nariño a realizar un debate improvisado, a pocos dias de los comicios electorales e interpretando de una manera extraña un inciso de una ley. Todo con el objetivo de mojar prensa y demostrar que aquí la justicia es rápida y efectiva. Que los candidatos no quieran asistir a un debate genera una atmósfera de preocupación en la que se le da entender a la opinión pública que no les interesa debatir y contrastar su proyecto de gobierno para el país con el de la contraparte. No obstante, la libertad de expresión va de la mano con la libertad de guardar silencio. Muchos nos preguntamos porqué no se interpusieron esas mismas querellas cuando Gustavo Petro dejó de ir a varios debates convocados antes de la primera vuelta. 

El domingo Colombia eligirá a la persona que ejercerá la primera magistratura de la nación durante los próximos cuatro años. Creo sin duda alguna que los colombianos esperamos que ese alguien gobierne para todos con seriedad y con amor por su país. Que deje de lado todos los ataques que ha visto esta camapaña. Será esperar al domingo, ir a votar por la opción que consideremos mejor, dejar de creer que un voto es un cheque en blanco, seguir trabajando y exigirle al próximo presidente de la Republica que haga una labor excelente en pro de todos sus compatriotas. 

Columna de opinión escrita por Santiago Enrique Coll Hernández el 16 de junio de 2022. 



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