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Reseña Líbranos del bien.


“Me asomé a la conciencia del hombre honrado y era horrible” Victor Hugo. 

La literatura colombiana ha abordado de manera amplia diferentes aspectos del conflicto armado que ha desangrado al país durante varias décadas, así como sus orígenes, la razón de su prolongación y sus actores principales. Todos estos marcos de estudio tratan de responder a la pregunta de porqué en este país nos hemos matado tanto a través de guerras civiles no declaradas o a la merced de señores de la guerra, asesinos sin escrúpulos que derramaron sangre colombiana por distintos motivos. La novela Líbranos del bien, del escritor Alonso Sánchez, es un testimonio de primera mano sobre dicha violencia. Escrita a manera de crónica periodística, esta obra recopila a través de diferentes testimonios la vida de Ricardo Palmera y de Rodrigo Tovar Pupo. Dos personajes que nacieron y crecieron en la misma ciudad, fueron de la misma clase socioeconómica y recibieron una formación universitaria similar. Tiempo después, estos hombres se convirtieron en Simón Trinidad, jefe del Bloque Caribe de las FARC-EP y del secretariado de esa misma guerrilla y en Jorge Cuarenta, comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia AUC en la Costa Caribe. 

A mediados del siglo XX Valledupar era una ciudad que, como muchas regiones de Colombia, estaba desconectada del país. Esta está ubicada entre la Serranía del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta. Era un lugar en el que todo el mundo se conocía con todo el mundo, donde el pueblo tenía unas pocas cuadras y donde las comparsas salían para armar parrandas vallenatas que duraban días. En las casas por donde pasaban enjugaban de whiskey y maizena a cualquiera que pasara por la calle mientras recibían la comida que las anfitrionas de cada hogar ofrecían. Era tal el grado de desconexión de ese pueblo que las novelas y los productos que se consumían allí provenían de Venezuela. Poco a poco, Valledupar dejó de ser parte de eso que de manera despectiva en Colombia llamamos “territorios nacionales”. Con la llegada de presidentes más cercanos a la Costa Caribe a la Casa de Nariño, el establecimiento del departamento del Cesar y el surgimiento de la bonanza del algodón, esta última junto con la ganadería y los cultivos de arroz fueron el punto de partida para que dicha región viera la riqueza. 

Las guerillas, en sus ánimos de financiarse y de «castigar» a los «burgueses» que explotaban a los trabajadores de las plantaciones de algodón empezaron a cobrar extorsiones, a secuestrar y a atentar contra la propiedad de las familias pudientes que no querían pagar. Cuando la guerra se empezó a degradar la guerilla usó el secuestro como estrategia principal para sostenerse.

Posteriormente llegó el auge de los grupos de autodefensa, estos estaban cobijados por la ley y llegaron a cometer masacres y desplazamientos forzados. Ese fue el Valledupar en el que vivieron Tovar Pupo y Palmera. Dos caras de una misma moneda, dos historias que por la violencia, la injusticia y el miedo que se convirtió en rabia aterrorizaron, secuestraron, desterraron, atentaron y asesinaron a diestra y siniestra a todo aquel que se interpusiera ante sus intereses. Ambos personajes intenteron hacer la carrera militar, pero por diferentes circunstancias no continuaron con esa empresa. Irónicamente, decidieron empuñar las armas entrenando y comandando a ejércitos en las selvas y montañas que atraviesan a la nación. Palmera decidió entrar a las FARC cuando el Ejército lo detuvo de manera arbitraria por ser amigo de un sospechoso, en el Batallón de la Popa fue interrogado y torturado. Tovar Pupo siendo Secretario de Hacienda vio los problemas que tenían los ganaderos y demás negociantes del campo debido al cobro de vacunas. Cuando ya estaba dedicado de lleno a los negocios ganaderos y del arroz cansado de las extorsiones, de no poder volver a las fincas y que los bandidos se llevaran sus reses o las quemaran por no querer pagar las “cuotas” decidió alejarse de sus amigos y hasta de su propia familia para unirse a los paramilitares que, como se sabe de manera amplia, terminaron cometiendo crímenes terribles contra de civiles indefensos. 

Simón Trinidad se inspiró en el libertador Simón Bolívar para crear su nombre de guerra, en la misma corriente Jorge 40, que era lector asiduo de la Biblia tomó de esta los cuarentena días que estuvo Jesús en el desierto para construir su sobrenombre de guerra. Creían que estaban haciendo el bien, construyendo paz, seguridad, equidad y tranquilidad. Así como toda una sociedad que se suscribió en un bando u en otro, e incluso llegaron a patronicinar moral y económicamente a aquellas estructuras criminales, no solamente para proteger a su patrimonio y a sus familias, sino también para sacar del camino a aquellos que “estorbaban”. Cuando esos vínculos salieron a la luz  esos señores de la guerra fueron apresados y, esas mismas familias que los apoyaron negaron de manera hipócrita y tracionera los vínculos que tenían con ellos. 

Por ironías de la vida llegaron a estar presos en el mismo lugar, Simón Trinidad por el secuestro de los tres contratistas estadounidenses y Jorge 40 por delitos relacionados con el narcotráfico. Palmera y Tovar  Pupo creyeron que su epopeya tenía como fin último alcanzar la buena vida. Quiseron hacer el bien, pero sembraron el mal. Son muchas las historias que hacen parte de los relatos de la cruel violencia que ha ensangrentado al mundo a nombre del bien. Colombia y sus tristes conflictos hacen parte de este compendio de relatos. Por último, vale la pena volver a hacer la pregunta que hizo la periodista Diana Quintero Cuello en una columna escrita en la revista Semana y que el autor incluye en su novela. 

“¿Por qué crear grupos de defensa privada fue considerado una mejor solución que, por ejemplo, movilizar a la clase dirigente en Bogotá y a las diversas regiones para fortalecer al Ejército y la Policía? Es una pregunta lanzada al viento que se quedará sin respuesta porque lo que hoy importa es desgastarnos en un debate de nosotros contra ellos. Costeños contra cachacos, amigos del gobierno contra opositores, el presente contra el pasado, para culpar y encarcelar a unos pocos”(Sánchez Baute, 2018, p.332).

Nota: en la última edición de Intercambios violentos, los acertados ensayos del profesor Malcom Deas sobre el conflicto en Colombia se incluye un comentario de esta obra de Alonso Sánchez. En su último párrafo dice que “Líbranos del bien cubre los últimos cincuenta años del conflicto armado colombiano. Cuando hayan pasado cincuenta años más seguirá siendo lectura esencial para los que quieran entender lo que pasó acá” (Deas, 2015, p.145).

Bibliografía. 

Deas, M.(2015). Intercambios violentos y dos ensayos del conflicto en Colombia. Penguin Random House Editorial. Bogotá D.C. 

Sánchez Baute, A. (2018). Líbranos del bien. Penguin Random House Editorial. Bogotá D.C.



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